Ha pasado bastante tiempo desde que desaparecí de la escena del blog no ?. Pues qué les puedo decir? A veces uno se pierde tratando de encontrar algo. En mi caso me perdí tratando de encontrar la inspiración para seguir compartiendo con ustedes mis andanzas diarias pues conforme pasaba el tiempo sentía que estaba dándoles a conocer a una persona falsa. Sin embargo resulta que todo esto resultó ser contraproducente, pues al final todo aquello que había logrado, se perdió y quedo abandonado mucho tiempo.
Como todo cadáver que esta mucho tiempo expuesto a la intemperie, las anécdotas del Rey Bucanero, las críticas al machismo o las reflexiones cotidianas que llegue a hacer, así como muchos geniales comentarios que distintos visitantes me obsequiaron, comenzaron a quedar abandonados y putrefactos. Ahora planeo en el mejor estilo de mi camarada el Undead Pornstar planeo invocar a las fuerzas más oscuras de la Necromancia para traer todo eso a la no vida, puede que como nada más que un esqueleto de su antiguo ser, pero al final este monstruo volverá a caminar, llevando los perversos, incoherentes y anormales pensamientos que se esconden en mi mente esperando para salir y adentrarse en las suyas, así que los exhorto a que lean con cuidado, porque pudiese suceder que empiecen a darme la razón.
Les dejo un obsequio sin título. A ver si les gusta.
El gris pelaje de la criatura era ligeramente ondeado por el viento, sus orejas plegadas hacia atrás y sus blancos colmillos expuestos en una mueca furiosa eran lo único que le quedaba. Sus patas bien separadas sentían el frío concreto bajo sus almohadillas, sus garras tratando de asirse de algo como si estuviese a punto de ser levantado por el mismo viento, su cola torcida y encrespada se hallaba entre sus patas.
Frente a él una multitud de criaturas cubiertas de una dura piel negra reluciente con marcas blancas, demasiado gruesa para atravesarla con sus colmillos, sus extraños rostros, con ojos como espejos y cabezas abombadas estaban fijos en cada movimiento del animal. Tras él se encontraba el vacío, entre las extrañas montañas que se alzaban por encima de los más grandes árboles soplaba el viento, y al fondo del abismo un mar de extrañas criaturas chillaban y alzaban sus brazos cual queriendo alcanzarle.
El jadeo constante denotaba el cansancio del animal, después de todo tenía ya doce años que para un lobo es una eternidad, más cuando desde hacía más de cien años en la región estas criaturas eran cazadas sin tregua. Envenenando arroyos, poniendo trampas, lanzando enormes brigadas de caza, todo había sido intentado, y casi todo había fallado, entonces se decidió comenzar a destruir sistemáticamente cada lugar donde se supiera que estas bestias habitasen pues los hombres habían decidido llevar a la muerte hasta al último de estos animales.
Los lobos representaban una falla para el hombre, pues a su vista eran perros que no habían sido capaces de domesticar y encadenar. Por tanto con metal y fuego pasaron décadas expulsándolos de las montañas y de los bosques. Perdonando a aquellos que se dejaban domar, exhibiéndolos tras rejas como trofeos celebrantes de la voluntad del hombre impuesta sobre la naturaleza. De aquellos que se resistían, no quedaban más que sus pieles colgando de las paredes de sus verdugos.
Desde hacía ya buen tiempo la gente había comenzado a olvidar como eran los lobos. El sistema los mantenía ocupados trabajando por el bienestar colectivo como para ocuparse en cuentos de estas criaturas que se habían reducido a personajes de un mal cuento de ancianas, niñas vestidas de rojo y travestismo. Cuando se dio la noticia de que el último lobo había sido hallado vagando en las calles de la ciudad todo mundo se vio emocionado, pues era la única oportunidad de ver a tal bestia mítica.
Muchedumbres ser reunieron en las cercanías mientras las fuerzas del orden, equipadas con armaduras antimotín acordonaban el área. Prepararon fusiles y largos toletes, redes y alambre de púas. Entraron a los callejones y golpeando sus escudos marcharon en la oscuridad. Sacaron de su escondite a la bestia la cual consiguió entrar a un edificio abandonado, donde fue perseguida piso por piso, cuarto por cuarto hasta llegar al tejado.
Toda la gente del sector industrial se reunió al pie del viejo rascacielos. Muchos señalaban hacia el tejado avisando a los demás que se alcanzaba a ver al monstruo al borde de la cornisa. Hombres con overoles grasientos llevaban todavía las enormes llaves y martillos con los que trataban metal y reparaban maquinas; mujeres con vestidos maltratados y con el cabello recogido, sudorosas tras largas horas de hacinamiento en los talleres de costura y ensamble; niños de distintas edades todos con el mismo uniforme y maletines al hombro o bajo el brazo recién salidos de la escuela. Todos absortos veían a los militares cercar al último animal de su especie-
El viejo lobo comenzó a respirar con lentitud mientras de entre los militares salía un hombre con un despampanante uniforme azul, cubierto con medallas y reconocimientos, portaba una gorra con varias estrellas y llevaba en sus manos cubiertas con unos guantes blancos un collar metálico unido a una cadena. Con pasos firmes se dirigió hacia el animal el cual contempló su salvación envuelta en metal y cadenas. Era una libertad bajo custodia, pero una seguridad en sus últimos años, pues cada día le era más difícil capturar presas, los ciervos hacía mucho habían dejado este mundo, los gatos callejeros y ratas eran muy pequeños y astutos para un cazador de su edad. Estaba solo después de todo, su manada se había separado hacía mucho, en realidad no había visto a uno de los suyos hacía años. Era una vida fácil la que tenía en frente después de todo.
El hombre con el uniforme de gala le acerco el collar al cuello. De pronto sus guantes blancos se tiñeron de rojo, y donde alguna vez estuvo una mano derecha ahora había un hocico cerrado furiosamente en torno a la muñeca, meneando la cabeza con fuerza. Entre gritos de desesperación se hizo un llamado a hacer fuego y cientos de proyectiles atravesaron el pelaje gris.
Por el aire comenzó a descender un cuerpo sanguinolento que se estrelló con fuerza contra el pavimento. En torno a él una gran aglomeración de gente se reunía y buscaba desesperadamente al monstruo, pero solo veían a un pobre animal respirando débilmente en un manchón de sangre rojinegra pues la pólvora mancha el carmesí sanguíneo. Todos observaban anonadados hasta que de entre la multitud salió una pequeña niña la cual llevaba la correa de un animal que avanzaba con las orejas bajas, sus ojos amarillos en forma de almendra fijos en el cuerpo maltrecho del monstruo que había dejado de serlo. Volvió su mirada a los ojos azules de su dueña los cuales derramaban lágrimas sobre una cara solemne. Las pequeñas manos envolvieron el cuello de su compañera de cuatro patas y con cuidado retiraron la correa de cuero rojiza que la ataba. Los ojos de ambas se mantuvieron en contacto por varios minutos, fundiéndose en un lazo que pocos pueden entender. Tras de la niña apareció un hombre fornido que vestía un overol azul bastante gastado, su rostro ligeramente tiznado de hollín y tapizado por una espesa barba se mantenía severo, pero de sus ojos azules también brotaban lagrimas, entendiendo que lo que habían matado aquel día no era el último lobo, sino el deseo de libertad que vive en todos nosotros, esa integridad que nos prohíbe vender nuestros ideales a pesar de lo adverso y la sencillez de doblar las manos, esa fuerza incontenible que nos lleva más allá de cualquier dificultad con un solo propósito: Alcanzar la felicidad…
La niña dejo caer a sus pies la correa y se dio la vuelta, acto seguido su antigua mascota hacía lo mismo, abandonando su instinto servil y abrazando en su pecho un profundo aullido que fue coreado por toda la ciudad junto con el sonido de cadenas rotas y rejas derribadas. La niña dirigió su mirada a los ojos de su padre, las estrellas azulinas ahora eran amarillas y fieras. Con un rostro sereno levanto en alto su puño. Acto seguido el hombre alzo en alto su puño, y una persona tras otra imitó el gesto, muchos elevando gritos. Se arremolinaron en torno al edificio donde un pelotón de soldados se empujaban los unos a los otros tratando de alejarse de los muchos que aparecían por las escaleras del techo. Atrás de ellos un maltrecho oficial sostenía entre llanto y maldiciones los jirones que quedaban de su mano derecha. Con horror contempló de entre la gente surgir no menos de una veintena de lobos gruñendo liderados por una pequeña rubia.
Los papeles se habían invertido, ahora era alguien más quien se encontraba entre la espada y la pared.
3 comentarios:
faltan imágenes de chichis
bien, ya quitaste esa mamada de revisión de comentarios
...me encantó ese cuento ( o madre), es la neta.
Valla, ya era tiempo!!
Me choqué de tanto entrar y no ver nada.... XD
:)
Publicar un comentario